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El artículo defiende la pertinencia y el valor del término “persona” por la riqueza significativa adquirida a través de la historia de la Filosofía, que le permite, como a ningún otro concepto, definir el ser del hombre. Cuatro momentos de la historia se pueden destacar por la manera en que recrean su sentido: en la filosofía griega “persona”  está ligado  al papel del ser humano en la sociedad y a la función que desempeña; en ella el sentido de individualidad no se destaca. En La filosofía Medieval se inicia la asunción de la connotación de individualidad, especialmente mediante el desarrollo de los conceptos de individuación y personalidad; estos dos términos atienden a la característica del individuo de “pertenecer a” una especie, diferenciándose de todos los demás. En la filosofía moderna se desarrolla el concepto de individuo, usándose de manera abstracta como principio de leyes; adquiere un tono universal, en cuanto característica de todo hombre  de ser  igual ante la ley y sujeto de derechos. El concepto de “persona” es retomado por Locke  para referirse a la identidad personal, que es la característica de los humanos de ser individuos  pensantes, reflexivos, con conciencia de sí y con voluntad. Finalmente, Wittgenstein, a partir de la reflexión sobre la interpretación del rostro (de todo símbolo y de una obra de arte) reconoce, sin tematizarlos explícitamente, los rasgos de  individualidad, sociabilidad y universalidad del ser humano, los cuales se suponen o se dan por sentados en la manera de relacionamos con el rostro de una persona.

El estudio histórico del concepto y su síntesis en la Filosofía Contemporánea se presentan como dos argumentos que autorizan a defender la pertinencia del término para la  Filosofía y para ámbitos importantes de la vida práctica.

La investigación que lleva a cabo Ricoeur de la persona, a partir del análisis y la interpretación de un acto de habla, le permite estudiar al hombre como sujeto de la enunciación en una acción comunicativa; en el sujeto de la enunciación se cumplen las tres esferas de la vida humana: es una persona(individuo, consciente de su individualidad) que hace uso de competencias lingüísticas, las cuales le permiten comunicarse mediante un código aprendido socioculturalmente. Los tres subactos del acto de habla son universales, pues lo que varía en ellos es la forma como cada lengua hace uso de su código. El hablante hace la enunciación a un oyente que reconoce como a una  persona; la presencialidad del cara a cara y la percepción de su rostro es parte de la información con que cuenta en la enunciación. Hablante y oyente se saben individuos sociales, con responsabilidades. Y los dos viven una experiencia universal humana: la comunicación enmarcada en un determinado acto de habla.

Betancur García, M. C. (2010). PERSONA Y MÁSCARA. Praxis Filosófica, (30), 127–143. https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i30.3419